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Diosa devoradora de la pesadilla azteca, Coatlicue sólo se saciaba con carne y sangre humanas y, por lo tanto, era una deidad para la cual el sacrificio se convirtió en una necesidad imperiosa. Las "guerras de flores" de los aztecas, libradas con la intención de tomar prisioneros para el sacrificio divino, garantizaron que tuviera suficientes víctimas.
Esposa de Mixcoatl, serpiente de las nubes y dios de la caza, Coatlicue quedó mágicamente embarazada de Huitzilopochtli. Un día estaba barriendo y una bola de plumas cayó cerca. Coatlicue guardó el juguete en el escote de su vestido y más tarde, cuando lo buscó, descubrió que estaba preñada. La noticia del embarazo de Coatlicue ofendió a los hijos e hijas que decidieron que la deshonrada madre debía morir.
Pero Huitzilopochtli, que aún no había nacido, aconsejó a su madre que se refugiara en una cueva. Cuando los cuatrocientos vástagos la atacaron, Huitzilopochtli salió de su útero totalmente armado y mató a muchos de sus hermanos y hermanas mayores. Al final los hijos de Coatlicue aceptaron la antigüedad de Huitzilopochtli y hasta Xipe Totec, dios del maíz, lo reconoció como señor de la cosecha del maíz.
Xipe Totec ayudó a Coatlicue a garantizar la cosecha básica de los aztecas. Aunque a menudo Coatlicue trataba benignamente a la humanidad, su crueldad no tenía límites. Disfrutaba con un mundo rebosante de la sangre de las víctimas de los sacrificios
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