SUCEDIÓ EN SOBRARBE #leyenda #españa #aragon #visionario
-Mal empleado el pan que te comes.
-¡Ya estamos con el pan! -contestaba harto el muchacho.
Llegó al sur de Sobrarbe un cura nuevo, cuando se cobraba por decir misa. Desde el lugar donde tenía la abadía, Lecina, a otro pueblo al que debía asistir religiosamente, Betorz, debía caminar más de una hora. El mosén acordó con los pocos vecinos de este último lugar que las misas de los domingos eran gratis, pero las demás deberían pagarlas, excepto la misa de la fiesta del pueblo.
En este lugar, como en la mayoría de los pueblos altoaragoneses, tenían dos fiestas, la grande y la pequeña, y de este detalle no se acordó con el cura.
Llegó el día de la fiesta pequeña, y el cura, tras finalizar la celebración le pidió al que hacía de Alcalde que le pagara la misa, que en lo hacía unos días habían tratado solamente se había quedado en hacer gratis la fiesta mayor. El Alcalde le pagó, sin estar de acuerdo.
Al fin de año, a la hora de pasar cuentas el concejo, cuando el municipio presentó la factura de lo pagado al párroco por la misa pequeña, se le abalanzaron presurosos los vecinos reclamando por qué había pagado la citada misa, si habían quedado que la fiesta era gratis. Decidiendo por unanimidad volver a hablarlo con el mosén.
Al siguiente año en la fiesta menor, el cura subió, como de costumbre a decir la misa. Finalizada ésta le esperaban la mayoría del pueblo para discutir lo del pago del servicio. Le explicaron al cura que era fiesta y que ya en su día se había quedado en que la fiesta sería gratis. Al lo que el cura replicó que sólo se había hablado de una fiesta, de la fiesta mayor.
Alguien, llevando la voz de todos le dijo:
-¿A usted quien le ha mandado subir a decir misa?
-Pues hombre, mandar, mandar, a mi nadie me ha mandado.
-Pues entonces, que le pague ese nadie.
Y el cura molesto, sentenció:
-Pues si no me quieren pagar, no vendré más a decir esta misa.
-Si no viene a decir misa, tampoco pecaremos por no ir. -le replicó el vecino.
En las fiestas de Arcusa acudió con unos familiares un cura amigo de Barcelona. En una de estas tertulias que tan fácilmente se organizan en esos solemnes días, se juntaron este mosén, el párroco del pueblo y cuatro comarcanos más.
Cada uno se quejaban, del oficio que desempeñaban. Como conclusión, tras charla con vino, sacaron la conclusión que una de las mejores profesiones en esa época era la de sacerdote.
El cura venido de Barcelona dio la razón:
-Pues si, es verdad que hoy los curas no nos podemos quejar, que vivimos bastante bien. Eso sí, lo que no está bien es que no nos podamos casar.-añadiendo- Yo creo que eso lo llegaran a autorizar, pero claro, nosotros a lo mejor no lo veremos, pero nuestros hijos...esos sí que lo verán.
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