AMASERATU #sintoismo #leyenda #japon #castigo
Amaterasu nació cuando Izanagi, uno de los primeros dioses japoneses, se lavó el ojo derecho. Le encomendaron el gobierno del cielo y sus deberes también incluían tejer las túnicas de las sacerdotisas sintoístas. Su hermano Susano-Wo fue el responsable de poblar el cielo con una nueva generación de dioses. Por petición de éste, Amaterasu rompió la espada de su hermano en tres partes, las masticó y luego exhaló una bruma de la que emergieron tres diosas. A continuación Susano-Wo pidió a su hermana que le entregara los cinco collares enjoyados que lucía, los partió con los dientes, los cubrió de aliento y produjo cinco dioses. Se considera que el dios más viejo es el primer emperador japonés.
Susano-Wo estaba tan entusiasmado con sus hazañas que cayó en frenesí. Oscureció el cielo con nubarrones y provocó graves estragos en la tierra. A pesar de las suplicas de Amaterasu, Susano-Wo arrasó arrozales, arrancó árboles de cuajo y destruyó templos. Cuando hizo un agujero en el techo de la estancia en que ella tejía, la diosa huyó aterrorizada a la cueva del cielo y tapó la entrada con una piedra enorme. El mundo quedó sumergido en las penumbras.
Al amparo de la oscuridad, los espíritus del mal asomaron y provocaron una destrucción generalizada. Desesperados, los dioses se reunieron para decidir qué camino tomar. Plantearon muchas sugerencias y al final coincidieron en que el único modo de lograr que Amaterasu abandonara su santuario consistía en despertar su curiosidad. Colgaron un gran espejo y collares de joyas en el árbol situado frente a la cueva; a poca distancia instalaron gallos y los indujeron a que no dejaran de cacarear, encendieron fogatas para iluminarla entrada de la cueva y la diosa Uzume bailó al son de una música estridente. Presa del éxtasis, Uzume se despojó de sus vestidos y danzó frenética en medio de la estentórea aprobación de los dioses.
Amaterasu oyó la celebración desde el interior de la cueva y se asomó a espiar. Apartó ligeramente la puerta de piedra y preguntó a los dioses de dónde sacaban ánimos para reír en medio de las penumbras. Con sutil astucia, Uzume respondió:
-“Nos divertimos y exaltamos porque ahora existe una deidad más ilustre que la diosa del Sol”
Mientras Uzume hablaba, dos dioses giraban el gran espejo hasta ponerlo frente a Amaterasu, que vio su imagen brillante. La diosa se contempló azorada y otro dios aprovechó el momento para ensanchar la abertura y hacerla salir.
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