EL CASTILLO DE OROPÉ #leyenda #españa #padre #dragón #peregrinar #hechizo

Imagen de Yolanda Coervers en Pixabay 

Un padre tenía tres hijas y su oficio era de escobero.  Un día salió a coger escobas y le salió un dragón que le dijo:

-Oye, tu puedes escoger de aquí todas las escobas que quieras con tal que me traigas a tu hija pequeña.

El escobero se lo prometió.  Llegó el escobero a su casa y le mandó a la mayor que se fuera con él, a la casa del dragón, pero cuando llegaron y la vio, dijo que no, que esa no le convenía, que trajera a la pequeña.

Volvió el escobero a su casa con la hija y le mandó a la mediana, que fuera con él, pero el dragón cuando la vio, dijo que no; que ésa tampoco le convenía, que se fuera y que volviera con la más pequeña.

Entonces el padre le dijo a la más pequeña que no había más remedio que ir ella porque se lo había prometido al dragón.  Fue con su padre y se casó con el dragón.

Cuando fueron a acostarse, el dragón se quitó la piel de dragón y apareció un príncipe.  La novia estaba muy contenta, pero todos los días, cuando se levantaba, se ponía la piel del dragón.  El príncipe le dijo a su esposa, que no le dijera a nadie el secreto, y que por nada del mundo le fuera a perder la piel de dragón, que se quitaba por las noches al acostarse.  Las dos hermanas mayores se burlaban de ella diciéndole que se había casado con un dragón.  Ella callaba y no decía nada porque sabía que estaba casada con un hermoso príncipe, pero un día, cansada de tanta burla que le hacían, les dijo que su marido era un hermoso príncipe y que se quitaba la piel del dragón cuando se acostaba.  Entonces le dijeron sus hermanas:

-Pues mira; esta noche cuando se acueste y se duerma le quitas la piel de dragón y la quemas.

Así lo hizo, después que su marido se acostó y durmió, se llevó la piel de dragón y la quemó.  Cuando él despertó y vio que le faltaba su piel, le preguntó dónde estaba.  Ella le dijo lo que había hecho y él, le respondió:

-Pues ahora ya estoy desencantado, pero tú tendrás ahora que ir de peregrina.  Toma este vestido de peregrina y estos zapatos de hierro, porque me has desencantado antes de tiempo.  No puedes volver a mí hasta que estos zapatos no se acaben, y tienes que ir a buscar el Castillo de Oropé.

Le dio un abrazo a su marido y se fue.  Primero llegó a una casa que era un convento de monjas.  Llamó en la puerta y salió una monja.  La joven le preguntó si le podía decir donde estaba el Castillo de Oropé.  La monja le dijo que no lo sabía, pero le dio una bellota diciéndole:

-Vaya usted con esta bellota por el mundo en busca del castillo, y cuando se vea apurada la rompe.

Más adelante encontró otra casa, llamó en la puerta.  Era un convento de frailes.  Salió un fraile y ella le preguntó si le podían decir dónde estaba el Castillo de Oropé, pero el fraile no lo sabía, aunque le dio una nuez y le dijo:

-Vaya usted por el mundo en busca de ese castillo, y cuando se vea apurada, la rompe.

Ella siguió su camino en busca del castillo, y caminando, caminando, llegó a la casa de la Luna.  Llamó a la puerta y preguntó por el Castillo de Oropé.  Salió la hechicera que guardaba la casa y dijo:

-No sé, pero espere usted a que vengan la Luna y sus hijas.  Tal vez ellas sepan decirle algo, pero escóndase usted en esta tinaja, que la Luna se la come cuando llegue.

Se metió la joven en la tinaja y estuvo esperando un rato, cuando llegaron las Lunitas.  La hechicera les dijo que había una joven que preguntaba por el  Castillo de Oropé y que si sabían ellas dónde era.  Las Lunitas dijeron que no, que no lo sabían, pero tal vez su madre lo supiera.

Esperaron a que la Luna llegara y le dijo a la hechicera:

-¡Fo, fo, fo!  ¡A carne humana me huele aquí!  ¡Si no me la das, te como  a tí!

La hechicera le dijo a la Luna que era una pobre joven que venía preguntando por el Castillo de Oropé.  La Luna le dijo que ella no lo sabía, pero que le preguntara al Sol.  Allí fue la joven.

Caminando, caminando, llegó por fin a la casa del Sol y llamó a la puerta.  Salió otra hechicera y le preguntó qué quería.  Ella pidió posada y le dijo que venía en busca del Sol para ver si le daba razón de dónde era el Castillo de Oropé.

-Entra y escóndete en esa tinaja, porque cuando llegue el sol, te come.

Se escondió ella un una tinaja, esperando a que llegara el sol.  Después de esperar un rato, vinieron los hijos del Sol, a los que la hechicera preguntó si sabían donde estaba el Castillo de Oropé, pero ellos no lo sabían.  Esperaron al Sol.

-¡Fo, fo, fo!  ¡A carne humana me huele!  ¡Si no me la das, te como!

La hechicera le dijo que no se la comiera, que solo era una pobre niña que venía pregutando por el Castillo de Oropé y que venía de parte de una prima, la Luna. El Sol entonces le dio una carta escrita de parte de él al Aire, porque ese sí sabía donde estaba el Castillo de Oropé.

Se fue la niña a buscar la casa del Aire.  Llegó y llamó a la puerta, saliendo una hechicera que guardaba la casa y le preguntó qué quería.  Ella le entregó la carta del Sol y le dijo que buscaba el castillo de Oropé.  Entonces le dijo la hechicera que se escondiera en una tinaja para que no se la comiera cuando llegase.

Otra vez, se escondió ella en una tinaja.  Llegaron los Airecitos y les preguntó la hechicera si sabían ellos donde estaba el Castillo de Oropé.  Ellos dijeron que muchas veces habían oído a su padre, el Aire, hablar de ese Castillo, pero que ellos nunca lo habían visto.

Poco después, llegó el Aire:

-¡Fo, fo, fo!  ¡A carne humana me huele!  ¡Si no me la das, te como!

La hechicera le dijo que no se la comiera, que era una pobre niña que venía de parte del Sol con una carta para él y que preguntaba por el Castillo de Oropé.  El Aire dijo que sí, que él sabía dónde estaba y que él la llevaría.

El Aire llevó a la joven al Castillo de Oropé y la dejó en la puerta.  Al llegar al Castillo, encontraron que había mucho jaleo y entró ella de peregrina a pedir limosna.  Le dijeron que entrara, que a todos los pobres les daban limosnas.  Traía ella una rueca muy bonita y se puso a hilar.  Y en el castillo había tanto jaleo porque se iba a casar un príncipe con una princesa.  Cuando la princesa vio a la peregrina con su rueca dijo:
-¡Qué hermosa rueca tiene la peregrina!

Le dijo a su criada que fuera a comprársela.  Cuando le preguntaron cuánto quería por la rueca, ella dijo que se la daba a la princesa si la permitían hablar tres palabras con el príncipe.  Le dijeron que sí.  Ella entregó su rueca y fue a hablar las tres palabras con el príncipe.  Pero la princesa había mandado que le dieran tres dormideras al príncipe, para que no oyera ni pudiera responder.  Cuando subió la joven le dijo
-¿Te acuerdas cuando mi padre era escobero?

Le hizo la pregunta tres veces, pero como estaba bajo el efecto de la dormidera no respondió.
-Ya están las tres palabras.  Bájese usted.

Bajó la joven, desconsolada.  Entonces rompió la bellota que le habían dado las monjas, y ésta se volvió una rueca mucho más bonita que la otra.  Se puso a hilar.  La princesa la vio y dijo:
-¡Ay que rueca tan hermosa tiene esa peregrina!

Y le dijo a su criada que le preguntara cuánto quería por ella.  Fue la criada y la joven le dijo que se la daba si le permitían hablar otra vez tres palabras con el príncipe, y la princesa aceptó, pero otra vez le dieron las dormideras con lo cuál, estaba adormilado y no se enteró de nada, pero la joven entregó su rueca a la princesa.  

La joven se acordó de la nuez que le habían dado los frailes y la rompió.  Se volvió la nuez una rueca mucho más hermosa que la anterior.  Tenía cascabelitos de oro, y cuando la joven hilaba, los cascabelitos sonaban.  Al momento apareció la princesa diciendo:
-¡Ay, pero qué rueca tan hermosa tiene la peregrina! ¡Tiene que ser mía!

Mandó a la criada a preguntarle cuánto quería por ella.  La joven volvió a pedir ver al príncipe y decirle tres palabras.  La princesa aceptó, pero le siguió dando dormideras para que no se enterara de nada.  La joven subió a hablar las tres palabras, pero esta vez, se descuidó la princesa y la joven le metió la mano al príncipe debajo de la almohada despertándolo y le dijo:
-¿Te acuerdas cuando mi padre era escobero?
-Si -respondió el príncipe.
-¿Te acuerdas cuando te quemé la piel de dragón?
-Si.
-¿Te acuerdas cuando me diste el vestido de peregrina y los zapatos de hierro?

En ese momento la princesa le dijo que se fuera.  Se bajó la joven, pero ya muy contenta porque ya estaba segura que el príncipe la había conocido.  El príncipe entonces dijo que la peregrina estaba invitada al banquete, aunque a la princesa no le hizo ninguna gracia.

Al fin de la comida todos le dijeron al príncipe que contara algo de su vida, de su pasado.
-Muy bien, voy a contarles a ustedes una cosa que me sucedió.  Una vez tenía yo una preciosa cajita de oro con una llave muy bonita y se me perdió.  Entonces mandé hacer otra, lo más bonita posible, pero nunca la pudieron hacer tan bonita como la primera.  Después de mucho tiempo encontré la primera.  Ahora les pregunto a ustedes, ¿con cual de las dos cajitas creen ustedes que debería quedarme?
-¡Con la primera! -respondieron todos.
-Tienen ustedes razón.  Por eso dejo yo ahora la segunda novia y me voy con mi primera esposa, que es esta guapa peregrina -dijo el príncipe.

Entonces la peregrina se abrazó a su esposo y se fueron a su casa tan felices.