DE CÓMO LOS PRÍNCIPES LLEGARON A SER ARQUEROS #leyenda #india #promesa #aprendizaje #respeto #bharat
El abuelo imperial, fundador de todas las dinastías, buscaba por todos los medios un profesor de armas para instruir a sus nietos de las dos casas imperiales en el arte de la guerra, sin lograr encontrar uno que le agradase.
Ocurrió un día que, estando todos los nietos jugando con una pelota en el jardín, se les cayó en un pozo de gran profundidad, y a pesar de los esfuerzos combinados de todos, no lograban extraerla. Cuando ya estaban dispuestos a abandonar la empresa de recuperar la pelota, sus miradas cayeron sobre un brahmán, de cuya presencia no se habían dado cuenta hasta entonces y que estaba sentado bajo un árbol. Su aspecto era débil y su piel muy morena, debido a las grandes penitencias que se imponía.
-¡Oh brahmán! -exclamaron-, ¿puedes tú enseñarnos a recuperar nuestra pelota?
Brahma
El brahmán, sonriendo escépticamente, les contestó:
-¡Qué pena! Los hijos de la casa real no saben tirar suficientemente bien para recuperar su pelota. Escuchad: yo os la devolveré si me dais algo para comer. Y no sólo os daré la pelota, sino que también sacaré este anillo que ahora tiro dentro del pozo.
Diciendo esto, lanzó un anillo de oro que llevaba en el dedo dentro del pozo en que había caído la pelota. Todos a coro le contestaron que no sólo le darían de comer, como era su obligación, sino que le harían rico para el resto de su vida. El brahmán les contestó con la misma sonrisa enigmática:
-Así sea.
El brahmán, ante el asombro de todos los chicos, cogió un puñado de hierba larga que crecía en el jardín, y les dijo:
-¿Veis esta brizna de hierba? Pues yo, por arte de magia, le puedo dar una propiedad que las armas no tienen.
Y apuntando a la pelota que estaba en el fondo del pozo, la atravesó; después, con una segunda hierba atravesó la primera, y así las sucesivas, hasta que tuvo una cadena de hierba, con la cual sacó la pelota. Después de esto, los chicos, como es natural, tuvieron más interés en la habilidad del brahmán que en la pelota, y todos, dando muestras de verdadera curiosidad, le pedían que sacase el anillo.
-Enséñanos, ¡oh brahmán!, cómo puedes recuperar el anillo -le pedían los muchachos.
El brahmán seleccionó una flecha de las que llevaba consigo y la disparo dentro del pozo. La flecha atravesó el anillo y volvió a la mano del brahmán. Los príncipes querían saber a toda costa lo que podían hacer por él. Entonces el brahmán se entristeció y les dijo:
-Entrad en el palacio y decidle a vuestro tutor, el Gran Brishama, que Drona a llegado.
Dicho esto, volvió a la meditación. Como era de esperar, los príncipes salieron corriendo para decirle a su abuelo el descubrimiento que acababan de efectuar. Bhisama, cuando lo oyó, se quedó extrañado, puesto que él había conocido a Drona como hijo de Bharadwaja en su ashrama, en la montaña. El padre había sido célebre en la India por su gran sabiduría, y Brhishama pensó que precisamente éste sería el profesor ideal para sus nietos. También se rumoreó en los centros políticos y militares que Drona, a la muerte de su padre, había hecho grandes penitencias y además había seguido un curso especial de armas divinas hasta llegar al dominio completo de esos misteriosos utensilios. El Gran Bhishama, en persona, fue a buscar al brahmán y con unas cuantas preguntas diplomáticas se enteró de por qué el brahmán Drona había ido a la capital.
Drona se había casado y había tenido un hijo, al que dio el nombre de Ashvtthaman. Movido por las necesidades de su hijo, se dio cuenta de la extrema pobreza en que vivía, y por lo tanto se había dedicado a recorrer sus antiguas amistades. Entre las primeras a que se había dirigido estaba Drupada, rey de los panchalas, el cual era uno de los principales reyezuelos del reino.
Drupada, en su juventud, había jurado amistad eterna a Drona. Era natural, por lo tanto, que Drona, en su necesidad extrema, acudiese a Drupada. Ocurrió que el rey de los panchalas se había reído de Drona al verle en tal estado de pobreza, olvidándose de la promesa de amistad eterna que había hecho en su juventud. A Drupada le pareció una impertinencia que un brahmán que no tenía nada que ponerse ni que llevarse a la boca le recordase su antigua amistad. Drona entonces, lleno de una tristeza profunda y de un deseo implacable de vengar semejante ultraje a su dignidad, se fue.
Para poder lograr esto le era preciso encontrar unos discípulos de la clase pudiente, y por ello se dirigió a Bhishama. El anciano rey se sonrió al enterarse del final de la historia; era demasiado prudente para inquirir sobre los propósitos de Drona, y en vez de preguntárselos, le respondió:
-Enarca tu arco, oh Drona, y todo lo que tenemos a nuestra disposición es tuyo. Convierte a mis nietos en los mejores guerreros del reino y no tendrás que preocuparte de nada.
Un día, cuando ya había enseñado una gran parte de su ciencia a sus discípulos, los príncipes, les dijo que se postrasen delante de él y que por las cosas sagradas que existían habían de hacerle una promesa, que él un día les había de pedir que llevasen a cabo. Cuando terminó de hablar, todos los príncipes permanecieron callados, a excepción de uno, Arjana, el tercero de los pandavas, que rápidamente prometió llevar a cabo todo lo que el brahmán le pidiese. Desde ese momento, el favorito del viejo brahmán fue Arjona, y éste, en cambio empezó a aprender problemas tan complicados de la ciencia de las armas, que sus hermanos no podían seguirle por mucho que estudiasen.
Ocurrió que todos los príncipes de los reinos vecinos empezaron a venir a dar clases con Drona, ya que su fama se hizo mundial. Todos los kurus, y los pandavas eran discípulos suyos. Con ellos vino también un joven melancólico y perpetuamente triste, el cual decían que era hijo de uno de los cocheros de Palacio y que se llamaba Karna. Su verdadero nacimiento se desconocía, aunque muchos decían que provenía de la casta de los dioses.
Sucedió que Karna y Arjuna desde temprana edad fueron rivales. Karna hizo amistad con los Duryodhana, en lugar de ir con los pandavas. Arjuna, entre tanto, fue aumentando sus proezas de tal manera, que un día, cuando estaba comiendo, se le apagó la luz y observó que a pesar de la completa oscuridad reinante, podía ver perfectamente su mano. Entonces se dedicó a tirar con el arco de noche. Drona, oyendo el chasquido del arco, entró en el cuarto de su discípulo y, abrazándole, le comunicó que jamás habría un tirador en todo el reino como él.
Brahma
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