PEDRO EL DE MALAS #leyenda #españa #toledo #mentira #engaño #justicia
-No te fíes de canto reboludo, ni de perro faldero, ni de hombre rubio.
Se marchó Juan, y por el camino llegó a un arroyo que para pasarlo tenía un canto reboludo de pasadera. Sin acordarse de los consejos de su padre, pisó el canto para pasar el arroyo y se cayó dándose un golpe tremendo. Más adelante, se encontró con un perro faldero que se le acercó y le mordió
Llegó Juan a la casa de un hombre que era rubio. Sin acordarse de lo que le había dicho su padre, le preguntó si le hacía falta un criado en la casa. Le contestó que sí, y Juan se quedó a servir, haciendo un contrato que al primero que se enfadara tenía que sacarle tres correas desde el cogote al culo. La paga sería cuando cantara el cuquillo.
Primero le mandó el amo a Juan que trajera un carro de leña, pero que no lo metiera ni por la puerta principal ni por la falsa. Fue y volvió con el carro de leña. Como no había más que dos puertas, no pudo entrar y comenzó a gritar:
-¡Pero amo! ¿Por dónde voy a entrar?
El amo salió y le dijo:
-Pero hombre, ¿se enfada usted?
-¡Claro que me enfado! ¿A ver quién no se enfada si no hay por donde entrar? -contestó Juan.
-Bueno, pues entonces, las tres correas. -contestó el amo.
Y le saca tres correas desde el cogote al culo y el pobre de Juan se muere. Viendo que Juan no vuelve Pedro decide ir a buscarlo. El padre le da los mismos consejos que a su hermano Juan, y Pedro inicia su camino. Llega al mismo arroyo del canto redondeado pero se acuerda del consejo de su padre, se quita las albarcas y pasó sin tocar el canto.
Al pasar, vio el perro faldero y llegó a casa del hombre rubio, donde preguntó si necesitaba criado. Le dijo que sí, entrando a servir con el mismo contrato que su hermano, pero cuando vio que el hombre era rubio pensó, que tenía que tener mucho cuidado, y no fiarse de él.
Al día y medio no le daban nada de comer. Pedro se acostó una noche en el poyo de la cocina para ver lo hacían ellos. Se hizo el dormido y vio que sacaba la mujer una torta de masa para comer. Cuando ya estaba cocida, se levantó Pedro y cogió las tenazas y empezó a darle a la torta hasta que la deshizo en mil pedazos. El amo y la mujer le gritaron:
-¿Qué haces hombre?
-Que hace mucho frío, y como ya me estaba helando, me he levantado a atizar la lumbre. -Contestó Pedro.
Otro día, dijo el amo a Pedro:
-Ves a vender una piara de yeguas a la feria.
Y se fue Pedro con la piara de yeguas a la feria, llevando cada una un cencerro colgado. Vendió todas las yeguas, excepto una blanca, pero los los cencerros no los vendió. Cogió los cencerros y se vino a casa con ellos en la yegua blanca. Por el camino se formó una nube grande así que, con la navaja abrió a la yegua para meterse dentro.
Al día siguiente volvió el amo a mandar a Pedro donde vivía el gigante, para que el gigante lo matara. Esta vez le mandó con un rebaño de ovejas, pero esta vez, Pedro no encontró a quien vendérselas, siguió caminando con las ovejas hasta que llegó donde estaba el gigante. Sale el gigante y grita:
-¡A carne humana me huele aquí! ¡Me las vas a dar o te como a ti!
-No me comas -contestó Pedro- traigo muchas ovejas y puedes comerte las que quieras.
-Vamos a ver si me ganas a tres cosas, y si pierdes, mueres. Vamos a ver quien muere. -le retó el gigante.
-Bien.
-Primero vamos a ver quién puede comer más. Ve y mata aquel toro y trae la carne.
Va Pedro y junta todos los toros, llega con ellos y le dice el gigante:
-¿Qué haces?
-Voy a matarlos todos para comenzar a comer -contesta Pedro.
-Con uno basta -contesta el gigante.
-Pues para matar uno solo, mátalo tú. Yo con uno sólo no tengo ni para empezar.
Entonces el gigante mata el toro, lo desuella y le da la piel a Pedro para que traiga agua con ella. Como Pedro ve que no puede ni con la piel vacía, menos llena de agua; se va a la fuente y se pone a clavar estaquillas, hasta que llega el gigante y le dice:
-¿Qué haces hombre?
-Nada, que estoy poniendo aquí unas estaquillas para llevarme toda la fuente de agua, que con la piel lleva de agua, no hay ni para empezar a beber. -contesta Pedro.
-No hombre -dice el gigante- que con esta bota de agua basta.
-Pues para un cuero de agua, llévala tú.
-Pues tú ves al monte a por leña.
Llega Pedro y pega cuatro hachazos y no cae ni una rama. Entonces va y coge un ovillo de estambre y se lía a todo el monte. El gigante le dice:
-Pero ¿Qué haces?
-Voy a sacar todo el monte para llevarlo.
-Con una encina basta. -dice el gigante.
-Para una encina, llévala tú -dice Pedro.
Total que ya el gigante había cocido el toro y había traído la comida y todo lo demás, y se pusieron a comer. Pedro se puso su zurrón al lado y hacía que comía y echaba toda la comida en el zurrón. Terminaron y dijo el gigante:
-Vamos a ver quien ha comido más.
-¿Que yo he comido mas!
-¡Que yo!
El gigante perdió y le dijo a Pedro:
-Ya me llevas ganada una. Ahora vamos a ver quien coge un canto y lo tira más lejos.
Pedro coge una tórtola y la lleva en la mano. El gigante cogió un canto y lo tiró. Cuando él tiró el canto, soltó Pedro la tórtola. Cuando el canto del gigante cayó, la tórtola todavía iba volando y decía Pedro:
-¡Allá va todavía mi canto!
El gigante dijo entonces:
-Ya me llevas dos ganadas. Ahora vamos a ver quién deshace una piedra.
El gigante coge una piedra y la estruja haciéndola pedazos en la mano. Pedro ya había cogido un trozo de cuajada y metiéndosela en la boca se la come. El gigante le dice:
-Ya me has ganado las tres. Ahora eres mi amigo.
Traía Pedro dos cartuchos de pólvora, se los dio al gigante y le dijo:
-Mira que con éstos, si te los pones en los ojos, puedes ver todo lo más divino del mundo.
Y se los puso el gigante, Pedro los encendió, saltándole los ojos al gigante, que le dijo:
-Pues ahora que me has hecho esto, no pasas la puerta de mi cueva.
Para que pasaran las ovejas las tocaba una a una el gigante diciendo:
-Pasa ovejita blanca. Pasa ovejita blanca.
-No, que es Pedro el de Malas.
Viéndose ya fuera de la cueva, coge un puñal y lo mata. Entonces Pedro se va a casa del amo y le dice:
-¡Ay, señor amo, que unos bichos se comieron las ovejas!
-Pero ¿Qué has hecho con las ovejas, hombre? Me vas a arruinar.
-¿Se enfada usted, señor amo?
-No me enfado, pero no me gusta -le dice el amo.
Discurrieron los amos la manera de librarse de Pedro.
-Éste nos va a arruinar -le dice el amo a su esposa- Ahora no hay más remedio que te pongas tú en la ventana mañana y cantes como el cuquillo, para que llegue la hora de la paga y se vaya.
Bueno, pues se pone la mujer en la ventana , muy de mañana y canta. Pedro se levanta y dice:
-Yo voy a ver si es cuco o cuca. Y saca su escopeta y le pega un tiro a la mujer y la mata. Sale el amo muy enfadado y grita:
-¡Pero hombre! ¿Qué has hecho? ¡Ya has a matado a mi esposa!
-¿Se enfada usted, señor amo?
-¡Claro que me enfado! -contesta el amo- ¿No me he de enfadar cuando has matado a mi mujer?
Entonces Pedro, le saca las tres correas desde el cogote al culo. Se murió el pobre. Pedro entonces mandó llamar a su padre y quedaron ellos los dueños de la casa.
Lo mismo que al otro, lo envió el amo primero por un carro de leña y le dijo que no entrara ni por la puerta principal ni por la falsa. Y Pedro va por el carro de leña y vuelve. Como ve que no hay sino dos puertas, coge un pico y llega a la pared y abre una puerta, y así mete el carro. El amo ve el destrozo, empieza a gruñir y le dice Pedro:
-¿Se enfada usted, señor amo?
-No me enfado, pero no me da gusto. -contestó el amo.
Otro día envió el amo a Pedro por un carro de leña menuda, pero como tardaba mucho en sacar una cepa, se echó a dormir. A medio día fue el amo a llevarle la comida y le encontró dormido y le dijo:
-Pero Pedro ¿Cómo no trabajas? ¿Qué estás haciendo?
-Pero, señor amo, ¿Cómo quiere usted que un costal vació se ponga de pie? ¿Se enfada usted, señor amo? -contestó Pedro.
-No me enfado, pero no me gusta.
Se fue el amo y dejó a Pedro en el campo para que trabajara. Por la tarde, cuando volvió el amo, halló a Pedro otra vez tumbado en la tierra y le dijo:
-Pero hombre ¿Cómo no trabajas?
-Pero, señor amo ¿Cómo quiere usted que un saco lleno se ponga de pie a trabajar? Si trabajo reviento -contestó Pedro -¿Se enfada usted, señor amo?
-No me enfado, pero no me gusta.
Y con eso ya se marcharon a casa. Llega el amo y discurre con su mujer:
-Éste me va a sacar las tres correas. Ahora lo que vamos a hacer es tenerlo dos días sin comer para ver si se va, y nos libramos de él.
-¿Se enfada usted, señor amo?
-No me enfado, pero no me da gusto. -contestó el amo.
Otro día envió el amo a Pedro por un carro de leña menuda, pero como tardaba mucho en sacar una cepa, se echó a dormir. A medio día fue el amo a llevarle la comida y le encontró dormido y le dijo:
-Pero Pedro ¿Cómo no trabajas? ¿Qué estás haciendo?
-Pero, señor amo, ¿Cómo quiere usted que un costal vació se ponga de pie? ¿Se enfada usted, señor amo? -contestó Pedro.
-No me enfado, pero no me gusta.
Se fue el amo y dejó a Pedro en el campo para que trabajara. Por la tarde, cuando volvió el amo, halló a Pedro otra vez tumbado en la tierra y le dijo:
-Pero hombre ¿Cómo no trabajas?
-Pero, señor amo ¿Cómo quiere usted que un saco lleno se ponga de pie a trabajar? Si trabajo reviento -contestó Pedro -¿Se enfada usted, señor amo?
-No me enfado, pero no me gusta.
Y con eso ya se marcharon a casa. Llega el amo y discurre con su mujer:
-Éste me va a sacar las tres correas. Ahora lo que vamos a hacer es tenerlo dos días sin comer para ver si se va, y nos libramos de él.
Al día y medio no le daban nada de comer. Pedro se acostó una noche en el poyo de la cocina para ver lo hacían ellos. Se hizo el dormido y vio que sacaba la mujer una torta de masa para comer. Cuando ya estaba cocida, se levantó Pedro y cogió las tenazas y empezó a darle a la torta hasta que la deshizo en mil pedazos. El amo y la mujer le gritaron:
-¿Qué haces hombre?
-Que hace mucho frío, y como ya me estaba helando, me he levantado a atizar la lumbre. -Contestó Pedro.
Otro día, dijo el amo a Pedro:
-Ves a vender una piara de yeguas a la feria.
Y se fue Pedro con la piara de yeguas a la feria, llevando cada una un cencerro colgado. Vendió todas las yeguas, excepto una blanca, pero los los cencerros no los vendió. Cogió los cencerros y se vino a casa con ellos en la yegua blanca. Por el camino se formó una nube grande así que, con la navaja abrió a la yegua para meterse dentro.
Los buitres bajaban a comer de la yegua. Pedro los fue cogiendo y les puso a cada uno un cencerro. Al final cogió uno blanco y fue a casa del amo. Entró corriendo y le dijo:
-¡Milagro del cielo, señor amo! ¿Las yeguas se han vuelto buitres! Mírelas usted van con los cencerros volando, esta es la yegua blanca en la que he ido a la feria.
El amo vio los buitres volando con los cencerros, como siempre sospechaba que Pedro andaba en alguna trampa, empezó a regañar. Pedro le dijo:
-¿Se enfada usted, señor amo?
Pero el amo, como no quería que le sacaran las tres correas, contestó:
-No me enfado, pero no me gusta.
Otro día el amo le envió con una piara de cerdos a un monte donde había un gigante que no dejaba penetrar a nadie. Fue y vendió todos los cerdos, excepto una cerda. Les cortó los rabos a todos y se quedó con ellos. Entonces fue y metió todos los rabos y la cerda que no vendió en el lodo. Vuelve a casa y le dice al amo:
-¡Ay, señor, que los cerdos se han caído todos en la laguna!
Fueron corriendo donde había metido Pedro los rabos en el lodo. Le dijo Pedro al amo:
-Agarre usted a ver si podemos sacar los cerdos.
El amo agarraba los rabos y tiraba, pero sólo sacaba los rabos y Pedro le decía:
-Ya ve usted, señor amo, que no pueden salir. -Pedro empezó a tirar del rabo - venga usted aquí, señor amo, que me parece que esta cerda la vamos a sacar.
Se agarraron los dos y tiraron y tiraron, hasta que la sacaron. Como en los demás casos, no sacaban más que rabos el amo decía:
-¡Ay Pedro, me has arruinado! He perdido todos los cerdos.
-¿Se enfada usted, señor amo? -decía Pedro.
-No me enfado, pero no me gusta.
-¡Milagro del cielo, señor amo! ¿Las yeguas se han vuelto buitres! Mírelas usted van con los cencerros volando, esta es la yegua blanca en la que he ido a la feria.
-¿Se enfada usted, señor amo?
Pero el amo, como no quería que le sacaran las tres correas, contestó:
-No me enfado, pero no me gusta.
Otro día el amo le envió con una piara de cerdos a un monte donde había un gigante que no dejaba penetrar a nadie. Fue y vendió todos los cerdos, excepto una cerda. Les cortó los rabos a todos y se quedó con ellos. Entonces fue y metió todos los rabos y la cerda que no vendió en el lodo. Vuelve a casa y le dice al amo:
-¡Ay, señor, que los cerdos se han caído todos en la laguna!
Fueron corriendo donde había metido Pedro los rabos en el lodo. Le dijo Pedro al amo:
-Agarre usted a ver si podemos sacar los cerdos.
El amo agarraba los rabos y tiraba, pero sólo sacaba los rabos y Pedro le decía:
-Ya ve usted, señor amo, que no pueden salir. -Pedro empezó a tirar del rabo - venga usted aquí, señor amo, que me parece que esta cerda la vamos a sacar.
Se agarraron los dos y tiraron y tiraron, hasta que la sacaron. Como en los demás casos, no sacaban más que rabos el amo decía:
-¡Ay Pedro, me has arruinado! He perdido todos los cerdos.
-¿Se enfada usted, señor amo? -decía Pedro.
-No me enfado, pero no me gusta.
Al día siguiente volvió el amo a mandar a Pedro donde vivía el gigante, para que el gigante lo matara. Esta vez le mandó con un rebaño de ovejas, pero esta vez, Pedro no encontró a quien vendérselas, siguió caminando con las ovejas hasta que llegó donde estaba el gigante. Sale el gigante y grita:
-¡A carne humana me huele aquí! ¡Me las vas a dar o te como a ti!
-No me comas -contestó Pedro- traigo muchas ovejas y puedes comerte las que quieras.
-Vamos a ver si me ganas a tres cosas, y si pierdes, mueres. Vamos a ver quien muere. -le retó el gigante.
-Bien.
-Primero vamos a ver quién puede comer más. Ve y mata aquel toro y trae la carne.
Va Pedro y junta todos los toros, llega con ellos y le dice el gigante:
-¿Qué haces?
-Voy a matarlos todos para comenzar a comer -contesta Pedro.
-Con uno basta -contesta el gigante.
-Pues para matar uno solo, mátalo tú. Yo con uno sólo no tengo ni para empezar.
Entonces el gigante mata el toro, lo desuella y le da la piel a Pedro para que traiga agua con ella. Como Pedro ve que no puede ni con la piel vacía, menos llena de agua; se va a la fuente y se pone a clavar estaquillas, hasta que llega el gigante y le dice:
-¿Qué haces hombre?
-Nada, que estoy poniendo aquí unas estaquillas para llevarme toda la fuente de agua, que con la piel lleva de agua, no hay ni para empezar a beber. -contesta Pedro.
-No hombre -dice el gigante- que con esta bota de agua basta.
-Pues para un cuero de agua, llévala tú.
-Pues tú ves al monte a por leña.
Llega Pedro y pega cuatro hachazos y no cae ni una rama. Entonces va y coge un ovillo de estambre y se lía a todo el monte. El gigante le dice:
-Pero ¿Qué haces?
-Voy a sacar todo el monte para llevarlo.
-Con una encina basta. -dice el gigante.
-Para una encina, llévala tú -dice Pedro.
Total que ya el gigante había cocido el toro y había traído la comida y todo lo demás, y se pusieron a comer. Pedro se puso su zurrón al lado y hacía que comía y echaba toda la comida en el zurrón. Terminaron y dijo el gigante:
-Vamos a ver quien ha comido más.
-¿Que yo he comido mas!
-¡Que yo!
El gigante perdió y le dijo a Pedro:
-Ya me llevas ganada una. Ahora vamos a ver quien coge un canto y lo tira más lejos.
Pedro coge una tórtola y la lleva en la mano. El gigante cogió un canto y lo tiró. Cuando él tiró el canto, soltó Pedro la tórtola. Cuando el canto del gigante cayó, la tórtola todavía iba volando y decía Pedro:
-¡Allá va todavía mi canto!
El gigante dijo entonces:
-Ya me llevas dos ganadas. Ahora vamos a ver quién deshace una piedra.
El gigante coge una piedra y la estruja haciéndola pedazos en la mano. Pedro ya había cogido un trozo de cuajada y metiéndosela en la boca se la come. El gigante le dice:
-Ya me has ganado las tres. Ahora eres mi amigo.
Traía Pedro dos cartuchos de pólvora, se los dio al gigante y le dijo:
-Mira que con éstos, si te los pones en los ojos, puedes ver todo lo más divino del mundo.
Y se los puso el gigante, Pedro los encendió, saltándole los ojos al gigante, que le dijo:
-Pues ahora que me has hecho esto, no pasas la puerta de mi cueva.
-Pasa ovejita blanca. Pasa ovejita blanca.
-No, que es Pedro el de Malas.
Viéndose ya fuera de la cueva, coge un puñal y lo mata. Entonces Pedro se va a casa del amo y le dice:
-¡Ay, señor amo, que unos bichos se comieron las ovejas!
-Pero ¿Qué has hecho con las ovejas, hombre? Me vas a arruinar.
-¿Se enfada usted, señor amo?
-No me enfado, pero no me gusta -le dice el amo.
Discurrieron los amos la manera de librarse de Pedro.
-Éste nos va a arruinar -le dice el amo a su esposa- Ahora no hay más remedio que te pongas tú en la ventana mañana y cantes como el cuquillo, para que llegue la hora de la paga y se vaya.
Bueno, pues se pone la mujer en la ventana , muy de mañana y canta. Pedro se levanta y dice:
-Yo voy a ver si es cuco o cuca. Y saca su escopeta y le pega un tiro a la mujer y la mata. Sale el amo muy enfadado y grita:
-¡Pero hombre! ¿Qué has hecho? ¡Ya has a matado a mi esposa!
-¿Se enfada usted, señor amo?
-¡Claro que me enfado! -contesta el amo- ¿No me he de enfadar cuando has matado a mi mujer?
Entonces Pedro, le saca las tres correas desde el cogote al culo. Se murió el pobre. Pedro entonces mandó llamar a su padre y quedaron ellos los dueños de la casa.
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