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SIETE RAYOS DE SOL #leyenda #españa #jugador #perdedor #llorón


Imagen de Norbert Hentges en Pixabay



Un rey que no tenía hijos, hizo una promesa para que su mujer tuviera un hijo.  Dios le dio un varón tan hermoso que no había en todo el mundo otro más bello que él.  Además, era tan jugador, que siempre estaba jugando y a  todo el mundo ganaba.  Cuando les había ganado a todos ya no le quedaba en el mundo con quien jugar, puso su sombrero en un lado de la mesa, él se sentó al otro lado y se puso a jugar con su sombrero.

Al darle las cartas, su sombrero se convirtió en una paloma que empezó a jugar con él.  Le ganó la paloma todos su intereses y su dinero, entonces dijo él:
-Ya me has ganado todos mis intereses y todo mi dinero.  Ahora nos vamos a jugar los vestidos.

Empezaron a jugar de nuevo y le ganó la paloma los vestidos.
-Ya me has ganado los intereses y los vestidos, vamos ahora me jugaré la vida.

Otra vez jugaron y ganó la paloma otra vez.  La paloma dijo entonces:
-Ya te he ganado la vida, pero la vamos a volver a jugar..

Y jugaron otra vez la vida y otra vez se la volvió a ganar la paloma.  Entonces la paloma dijo:
-Ya me voy.  Quédate viendo por donde me voy y me sigues.  Después llegarás al Castillo de Siete Rayos de Sol, que es donde yo vivo.  Si no, vengo a buscarte para sacarte de aquí y despedazarte.

Echó a volar y se fue.  El muchacho le cuenta al rey su padre lo que ha pasado.  El padre le dice:
-Para nada hijo mío.  No hay más que cojas un buen caballo y te vayas a buscar el Castillo de Siete Rayos de Sol.

Cogió el mejor caballo que tenía su padre y se marchó.  En el camino donde iba se encontró con una ermita, se apeó del caballo, lo ató, y vio a un ermitaño que le llegaba la barba al estómago, que le dijo:
-Mal te quieren los que te envían aquí.  Ya sé que vienes a buscar el Castillo de Siete Rayos de Sol.  Aquí está, cerca y vienen tres palomas todos los días a bañarse al río.  Hoy van a venir.  Las dos mayores entrarán enseguida y la menor no va a querer entrar pero al fin lo hará.  Tu vas a esconderte en una junquera, y cuando entre la menor a bañarse, vas y le quitas sus vestidos.  Esa, la menor es Siete Rayos de Sol la princesa menor de las tres hijas del diablo, que es el rey del Castillo de Siete Rayos de Sol.



Monasterio, Monasterio De Las Cuevas


El muchacho se escondió en la junquera que estaba cerca del río.  Vio que llegaban las tres palomas. que al tocar la orilla se convirtieron en tres hermosas princesas.  Enseguida las dos mayores se desvistieron y se metieron al agua y le preguntaron a la menor por qué no se metía en el agua y ella dijo que sentía dolor. La verdad es que ella sabía que el muchacho estaba escondido y tenía miedo que le robara la ropa.  Le dijo la mayor:
-Pero siempre vienes con nosotras.
-Bueno -contestó la menor- para no disgustarlas voy a entrar.

Se quitó las ropas y entró en el agua, salió el muchacho y le robó los vestidos.  Después salieron las dos mujeres, se vistieron, se volvieron palomas y se fueron a su casa volando.  La menor salió y le dijo al muchacho:
-Ya sé que vienes en busca del castillo de mi padre.  Toma este anillo.

Y el joven entonces le dio sus vestidos y se vistió ella y se volvió paloma diciéndole al muchacho:
-Móntame y vamos ahora mismo al castillo.

Llegaron al castillo y salió el diablo, que era la paloma que había jugado con él, ganándole la vida.
-Dios guarde a usted.  Ya estoy aquí.
-Hombre, me alegro, que ya estaba calzándome para ir a buscarte. -contestó el diablo-  Te voy a quitar la vida que te he ganado, aunque te la perdonaría a cambio de una cosa.  Toma este azadón y estas varillas.  Vas ahora a aquella sierra de piedras y plantas todas la varillas, y a medio día me traes frutas de todos esos árboles.

Coge el muchacho las varillas y el azadón y se va a la sierra, y al verla toda llena de piedras se pone a llorar.  Seguía llorando, se restregó los ojos con el anillo y se acordó de Siete Rayos y dijo:
-Siete Rayos, ayúdame.
-¿Qué te pasa? -dijo Siete Rayos presentándose ante él.
-Que tu padre me ha dado este azadón y estas varillas y me ha mandado que vaya y las plante en aquella sierra de piedra y que para medio día le lleve las frutas de los árboles
-Échate en mi falda y no te apures -dijo ella.

Se echó en su falda y se durmió.  Cuando despertó, ya estaban los árboles en la sierra de piedra llenos de fruta.  Cogió él la fruta y se la llevó al diablo y le dijo:
-Señor, aquí está la fruta, ya.
-Bueno hombre, está bien.  Pero máteme Dios si mi hija Siete Rayos no anda en esto.
-Yo no conozco a su hija, y a mi casa me voy -contestó el muchacho.
-Eso está muy bien.  Ahora tienes que hacerme un molino con siete piedras moliendo a la par que el ruido de las piedras, me despierte de la siesta.  Si haces esto tienes perdonada la vida.



Otra vez salió el pobre llorando.  Se restregó otra vez los ojos con la misma mano y al ver el anillo se acordó de Siete Rayos diciendo:
-Siete Rayos ayúdame.
-¿Por que lloras ahora?
-¡Qué me ha de pasar! -dijo el muchacho- Le he llevado a tu padre las frutas y ahora dice que tengo que hacerle un molino con siete piedras moliendo a la par, y que al ruido de las piedras se despierte él de la siesta.
-Toma estas cenizas y vas y las echas por ahí y verás como saldrá el molino. -Contestó Siete Rayos.

Tomo las cenizas y las echó cerca del diablo y enseguida salió un molino con siete piedras moliendo a la par.  Tanto era el ruido que hacían las piedras moliendo, que se despertó el diablo de la siesta.  El muchacho le dijo:
-Señor, aquí tiene  usted el molino con las siete piedras moliendo a la par.
-Está muy bien.  Pero máteme Dios si mi hija Siete Rayos no anda en esto. -contestó el diablo.
-Ya le he dicho a usted que yo no conozco a su hija ni a usted, y a mi casa me voy. -dijo el muchacho.

Gibraltar, Estrecho, Británico, Nubes
Estrecho de Gibraltar


Pero el diablo le contestó:
-No, señor, que todavía falta lo principal.  Una vez que pasaron mis tatarabuelos por el Estrecho de Gibraltar, se les cayó en el mar una sortija, y ahora quiero que vayas y la saques y me la traigas.

Salió el joven del palacio y dijo:
-Ahora si me ha cogido.  ¿Cómo voy a sacar el anillo del mar?

Y se restregó una mejilla y viendo el anillo se acordó de Siete Rayos, diciendo:
-Siete Rayos de Sol, ayúdame.
-¿Qué quieres ahora? -llegó Siete Rayos.
-¡Qué me ha de pasar! -dijo él-  Ahora me ha dicho tu padre que tengo que sacar del mar y llevarle un anillo que se les cayó a sus tatarabuelos cuando pasaban por el Estrecho de Gibraltar.
-Pues toma este puñal y me matas -dijo ella-  Coges bien toda la sangre y me echas al mar.
-¿Pero como te voy a matar yo? -dijo él asustado.

Ella le dijo entonces que si él no la mataba, el diablo los mataría a los dos, y que cuando él la echara al mar, ella saldría con la sortija del fondo del mar.

El cogió el puñal, la mató y la echó al mar, pero se le cayó una gota de sangre en la tierra, saliendo ella viva y con el anillo.  Si hermosa estaba antes, más hermosa estaba cuando salió del fondo del mar.  Pero como se le había caído una gota de sangre, salió ella sin un dedo.

El muchacho fue y le entregó al diablo el anillo.  El diablo le dijo:
-Muy bueno hombre. Pero máteme Dios si mi hija Siete Rayos no anda en esto.
-Ya le he dicho que yo no conozco a su hija ni a usted y que a mi casa me voy. -volvió a repetirle.
-Ahora te vas a casar con una de mis hijas -le dijo el diablo.



El diablo quería casarlo para matarlo.  Fue y lo llevó al palacio.  Les mandó a sus tres hijas que metieran un dedo por debajo de la puerta y que él escogiera una para que se casara con él.  Siete Rayos metió el dedo que tenía manco y así él, la conoció.
-¿Quién es? -preguntó el diablo.
-Siete Rayos.
-Ya, yo muy bien lo sabía -dijo el diablo.

Arreglaron las bodas y se casaron el joven y Siete Rayos.  Esa noche el diablo tenía intención de matarlos a los dos.  Se fueron a acostar y Siete Rayos le dijo a su marido:
-Mi padre nos quiere matar.  Ahora vas tú a la cuadra y verás dos caballos.  El más flaco es el del pensamiento.  Traes ese y nos vamos.  No cojas el gordo, que ése es el del viento.

Mientras él fue por el caballo, echó ella tres salivazos en un vaso para que hablaran cuando se fueran.  Subió él con el caballo gordo, y le dijo ella:
-¡Ay Dios mío!  ¿Qué has hecho!  ¡Ahora estamos perdidos! pero vamos a intentarlo.

Se montaron en el caballo y echaron a correr.  El diablo mientras, fue a matarlos:
-¡Siete Rayos!  ¡Siete Rayos!
-Mande usted padre -contestó uno de los salivazos




El diablo se retiró creyendo que todavía estaban despiertos.  Al poco volvió otra vez a la puerta a ver si estaban dormidos diciendo:
-¡Siete Rayos!  ¡Siete Rayos!

El segundo salivazo, ya un poco seco, contestó en voz baja:
-Mande usted, padre.

El padre pensó que estaban casi dormidos y se retiró.  A la media noche llegó otra vez y llamó:
-¡Siete Rayos!  ¡Siete Rayos!

Entonces el tercer salivazo, que ya estaba casi todo seco que casi no se oía, dijo:
-Mande usted, padre.
-Ya casi están dormidos -dijo el padre, entrando al poco rato en la habitación, encontrándola vacía:-Ya me figuraba.  Ya se han escapado, pero los seguiré y los mataré.

Se subió en el caballo del pensamiento y se marcho a alcanzarlos.  Cuando ya casi los alcanzaba se convirtió en un bicho.  El muchacho volvió la cara, viéndolo llegar le dijo a Siete Rayos:
-¡Mira, allá viene una fiera que nos agarra!

Ella tiró un peine que se convirtió en un montón de peines dificultando el paso a la fiera.  Poco después volvió el muchacho la cara otra vez y vio venir otra vez a la fiera dijo:
-Mira, viene la fiera otra vez que nos agarra.
-Toma la navaja y tírala por la cola del caballo. -dijo ella.

Tiró la navaja convirtiéndose en un montón de navajas, que al diablo hizo mil heridas dejándolo hecho pedazos, pero todavía los perseguía.  Se acercaba otra vez cuando dijo Siete Rayos:
-Toma este sombrero y tíralo por la cola del caballo

Lo hizo y el sombrero se convirtió en una sima, donde cayó el diablo y ya no pudo salir, pero mientras se marchaban el diablo gritó:
-¡Permita Dios que te olvide tu marido!



Llegaron al pueblo donde vivía el joven, la dejó en una fuente y él, llegó primero.  Ella le dijo:
-Que no te abrace nadie, porque si alguno te abraza, me olvidarás.

Fue a casa de sus padres a los que les dijo que no lo abrazaran, pero llegó la abuela corriendo y dice:
-¡Ay nieto mío!

Le abrazó y al momento olvido a su esposa, le dio el sueño de San Juan y no volvió a acordarse de ella.  Siete Rayos se cansó de esperar, se dio cuenta de lo que pasaba y les dijo a las criadas de palacio que iban a la fuente si querían otra criada en palacio.  Se lo contaron al rey y él dijo que fuera.  Siete Rayos se presentó en el mismo palacio donde estaba su marido, pero él ni se acordaba de ella.

Con el tiempo él tuvo una novia e hicieron torneos para casarse.  Entonces era costumbre regalar algo a los criados cuando había una boda en palacio, y a todos les daban lo que pedían.  El príncipe hizo un viaje a una capital para comprar los regalos.  Encontró todos menos el de Siete Rayos, cuando a un viejo le dijo:
-Señor. ¿tiene usted para vender una piedra de tusón y un cuchillo sin honor?
-Me quedan los últimos -contestó el viejo.

Los compró y se volvió a palacio.  Al llegar les dio a todos sus regalos.  Como no comprendía los regalos de la criada se escondió para averiguar para qué los quería.  Entonces le dijo Siete Rayos a la piedra:
-Piedra de tusón, ¿no fui yo quien plantó las varillas en la sierra de piedras, de donde salieron los árboles para que el príncipe llevara la fruta a mi padre?
-Sí si, tú fuiste. -contestó la piedra.




El príncipe empezó a recordar algo.  Dijo entonces Siete Rayos:
-Piedra de tusón ¿no fui yo quien hizo un molino de siete piedras moliendo a la par, que del ruido que hacían se despertó el rey, mi padre?
-Si si, tu fuiste -contestó la piedra.
-Piedra de tusón ¿no fui yo, quien sacó el anillo del mar después de que el príncipe me mató y me echó en el mar?
-Si si, tú fuiste -contestó la piedra.


El príncipe ya iba recordando todo y dijo:
-¡Pero si eso me ha pasado a mí
-Cuchillo sin honor ¿Qué merezco yo?
-Que te des muerte conmigo Siete Rayos

Al oír el nombre de ella, se acordó de todo.  Entonces es cuando ella cogió el cuchillo para darse muerte con él, saliendo el príncipe de su escondite la sujetó y le dijo:
-Siete Rayos, perdóname, que yo soy tu marido y te había olvidado.

Pareja, Abrazo, Juntos, Abrazos Pareja


El príncipe les dijo a todos que Siete Rayos era su esposa, quedándose la otra novia con el rabillo del ojo alzado.

























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