La famosa leyenda de EL DORADO tiene su fundamento en un ritual chibcha que se celebraba cuando se nombraba a un nuevo cacique.
Antes de la ceremonia de inauguración, el futuro cacique pasaba varios días de ayuno y contemplación. Una vez purificado, se trasladaba al lago Guatavita. En el lago sagrado, se quitaba toda la ropa y su séquito le embadurnaban el cuerpo con una resina adhesiva y después esparcían encima polvo de oro.
El soberano electo subía a una balsa cargada de tesoros de oro y otros materiales preciosos. La balsa flotaba a la deriva por el lago entre música y fanfarria. Al llegar al centro, todos guardaban silencio y el cacique y sus ayudantes arrojaban al agua los objetos que llevaban consigo a modo de ofrenda a los dioses.
Otra visión de la historia añade que, además de arrojar objetos de valor al lago, el soberano se sumergía en el agua para quitarse el polvo de oro del cuerpo e incrementar así la ofrenda.
Además de este ritual especial, el pueblo chibcha lanzaba con cierta regularidad objetos de valor al lago Iguaque como parte de sus prácticas piadosas para rendir culto a la diosa Bachue.
Chibcha.
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