MITHRA #leyenda #dioses #religión #historia #persia #iran
Dios iranio de la luz y la justicia y custodio de la palabra prometida. Adorado en épocas muy remotas
no pasó a formar parte de la religión estatal del Imperio persa hasta el reinado de Artajerjes I (456-425a.C)
Mithra era la luz que precedía al amanecer, el dios que disipaba la oscuridad y conocía los secretos.
Ahura Mazda y él fueron dioses mellizos del cielo, creadores-conservadores del orden cósmico. Posteriormente
a Ahura Mazda le cambiaron el nombre por Ormuzd (ser supremo y principio del bien) y Mithra se
convirtió en su primer ayudante, aunque siguió siendo una deidad poderosa. "Cuando creé a Mithra,
lo hice tan digno de veneración y reverencia como a mí mismo", reconoció Ormuzd.
lo hice tan digno de veneración y reverencia como a mí mismo", reconoció Ormuzd.
Mithra nació de una roca armado con cuchillo y tea. Ello explica que fuese adorado en santuarios
rocosos y cavernas. Se puso de acuerdo con el sol, y Mithra atacó y mató a Geush Urvan, el toro
primitivo. Es posible que el asesinato tuviese lugar por orden del sol. Del cadáver del toro muerto
salieron todo tipo de plantas y animales.
El aspecto violento de Mithra quedaba patente cada vez que asumía el papel de dios de la guerra. Provisto
de flechas y de una enorme maza, se convirtió en el azote del campo de batalla. También enviaba
enfermedades incurables y un jabalí deslomador a sus enemigos.
Probablemente fue el aspecto de dios de la guerra de Mithra el que llevó a que las legiones romanas le
tomaran apego. Cuando en el siglo I a.C., Roma se expandió por el oeste de Asia, Mithra fue asimilado
por las creencias grecorromanas con el título de dios Mithras.
Los misterios mithraicos que se expandieron por la provincia del Imperio romano extrajeron su máxima fuerza
de la creencia irania según la cual Mithra tenía poder sobre los hechiceros. De todos los dioses, era el
único capaz de evitar el mal y mantener a raya la oscuridad de Ahrimán, el espíritu del mal.
rocosos y cavernas. Se puso de acuerdo con el sol, y Mithra atacó y mató a Geush Urvan, el toro
primitivo. Es posible que el asesinato tuviese lugar por orden del sol. Del cadáver del toro muerto
salieron todo tipo de plantas y animales.
El aspecto violento de Mithra quedaba patente cada vez que asumía el papel de dios de la guerra. Provisto
de flechas y de una enorme maza, se convirtió en el azote del campo de batalla. También enviaba
enfermedades incurables y un jabalí deslomador a sus enemigos.
tomaran apego. Cuando en el siglo I a.C., Roma se expandió por el oeste de Asia, Mithra fue asimilado
por las creencias grecorromanas con el título de dios Mithras.
Los misterios mithraicos que se expandieron por la provincia del Imperio romano extrajeron su máxima fuerza
de la creencia irania según la cual Mithra tenía poder sobre los hechiceros. De todos los dioses, era el
único capaz de evitar el mal y mantener a raya la oscuridad de Ahrimán, el espíritu del mal.
Contemplando los sufrimientos humanos, Mithras bajó a la tierra y un 25 de diciembre los pastores asistieron
a su nacimiento. Después de realizar infinidad de buenas obras en nombre de sus seguidores, celebró la última
cena con los más próximos y retornó a los cielos.
Se suponía que al final del mundo Mithra retornaría para juzgar a la humanidad resucitada. Después de la
batalla posterior con Ahrimán, conduciría a los elegidos por un río de fuego hasta la vida eterna.
No sorprende que los primitivos cristianos se sintiesen perturbados ante una deidad parecida a Jesús, añadiendo
que el culto de Mithras era el movimiento pagano más importante del Imperio romano tardío. En el siglo
II el historiador Plutarco escribió que, entre Ormuzd y Anhimán "se encuentra Mithras, a quien los persas
llaman el Mediador. De él aprendieron a hacer exvotos y acciones de gracias...".
Los rituales de Mithras se celebraban por la noche, en santuarios subterráneos, del mismo modo que el
iranio Mithra era adorado en cavernas. El ritual de iniciación concedía la inmortalidad a los acólitos,
aunque permanece oscuro el origen de su parte más célebre: el sacrificio del toro.
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