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Una de las deidades más antiguas del panteón hindú, Surya es una de las potencias solares primitivas más definidas. El propio sol, adorado como dios.
En los antiguos himnos del Rigveda, Aditi es el poder benévolo visible más allá del cielo, la bóveda celesta con sus nubes y sus estrellas. De los ocho hijos que tuvo apartó de sí al sol, probablemente porque no podía permitir que le relacionaran con el ser responsable del terrible calor que durante la estación seca asola India.
La intensidad insoportable de Surya se repite en diversos mitos. Cuando Surya contrajo matrimonio, su esposa Sanjna (conciencia) quedó tan agotada por el deslumbrante interés que manifestaba su marido que no pudo resistirlo y tuvo que dejarlo. Antes de partir arregló las cosas para que la criada ocupara su puesto.
Sanja fue a vivir al bosque bajo la forma de yegua. Surya la echó de menos muy pronto y averiguó su paradero, se transformó en caballo y se apeó con ella. En consecuencia, Sanjna dio a luz al guerrero Revanta y a los dos Aswin. Los Aswin eran siempre jóvenes y apuestos, despedían un brillo dorado, eran veloces como halcones y eran mensajeros del amanecer.
Para ayudar a Sanja en sus tareas, su padre (el gran sabio Viswakarma) puso a Surya en el torno y quitó la octava parte del brillo del sol, recortándolo por todos los lados, menos los pies. El dios fue menos caliente y refrescó a Sanjan.
Los fragmentos recortados cayeron ardiendo sobre la tierra y con ellos Viswakarma fabricó el disco de Vishnú, el tridente de Shiva y las armas de otros dioses.
Los otros hijos que tuvo Sanjna fueron Manu (el Noé hindú), Yama (dios de los infiernos), y la diosa Yami (señora del río Yamuna).
El símbolo de Surya se coloca en los comercios y los tenderetes de los mercados al aire libre para convocar la buena fortuna..
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