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Indra es el dios de la guerra.  Se muestra capaz de las mayores hazañas, sobre todo cuando ha consumido soma, la bebida sagrada que da vigor e inmortalidad, porque ha devuelto a la tierra el agua de los ríos que la fertilizan.

Armado de un rayo, Indra a veces se acompaña de los marut, los vientos de la tormenta.  En sus expediciones, monta sobre Airavata, su elefante blanco de seis colmillos.  Los sacerdotes, o brahamanes, le imploran que escuche las alabanzas que le dirigen.  Si son perfectas, el dios concederá la victoria en combate a los que le hayan implorado.  Este magnífico y generoso dios es el invocador más frecuente en los textos veda.

En la India, el agua de los ríos es esencial: riega la tierra y la hace más rica para los cultivos.  Sin el agua, los hombres padecerían hambre.  Un día, la terrible serpiente Vritra impide que fluya el agua de los ríos atravesándose en su curso y formando un dique con su cuerpo.  Pero Indra decide liberar las aguas prisioneras.  Entonces, mata a Vritra con su arma.  El cuerpo de la monstruosa serpiente desaparece bajo las aguas que, finalmente, se precipitan al mar.

Así es como Indra permite que los siete ríos sagrados de la India rieguen de nuevo las tierras.