CUENTO DEL APUESTO MANCEBO DE LAS MANZANAS DE LA JUVENTUD Y EL AGUA DE LA VIDA #Leyenda #Rusia #aventura #elegir

Érase un  zar que tenía tres hijos; Fiodor, Egor e Iván.  El último no era muy inteligente.  El zar envió al mayor de sus hijos en busca del agua de la vida y las dulces manzanas de la juventud.  El príncipe Fiodor se uso en camino, y llegó a una encrucijada donde había un poste que decía:  

"Si vas hacia la derecha, comerás y beberás; si vas hacia la izquierda, la cabeza perderás"

Torció hacia la derecha y llegó a una casita, donde una moza le dijo:

-Pasa, príncipe Fiodor, y acuéstate conmigo.

En cuanto se acostó, la moza le empujó a un lugar desconocido.  Viendo que Fiodor tardaba mucho en regresar el zar envió al segundo de los hijos.  También este llegó a la misma encrucijada y entró en la casa.  La moza que allí habitaba lo trató de la misma manera que al primero.  El zar terminó encomendándole su comisión al menor de los hijos.

Llegando a la encrucijada, Iván se dijo:

-Siendo en bien de mi padre, estoy dispuesto a perder la cabeza.

Y siguió por la izquierda.  Al cabo de algún tiempo, se halló frente a una casita.  Entró y encontró a una bruja hilando vedijas de plata con huso de oro.

-¿Hacia dónde te diriges, príncipe Iván, huesos rusos?

-Antes de hacerme preguntas, podías darme de comer y de beber -le contestó él.

Cuando la bruja le dio de comer y de beber, explicó el príncipe Iván:

-Voy en busca del agua de la vida y de las dulces manzanas de la juventud, allá donde vive Blanca de los Cisnes.

-No creo que lo consigas si yo no te ayudo -le dijo la bruja, y le ofreció un caballo.

El príncipe Iván montó en aquel caballo y cabalgó hasta llegar donde vivía otra hermana bruja.  El príncipe entró en la casita, y ella le dijo:

-Fff... fff...  Hasta ahora no se habían oído ni visto huesos rusos; pero hoy se meten en mi propia casa.  ¿Hacia dónde te diriges, príncipe Iván?

-Antes de hacerme preguntas, podías darme de comer y de beber.

La bruja le dio de comer y de beber, y entonces explicó el príncipe:

-Voy en busca del agua de la vida y de las dulces manzanas de la juventud, allá donde vive Blanca de los Cisnes.

-No creo que lo consigas si yo no te ayudo -dijo la bruja, y le dio su caballo.

El príncipe partió hacia la casa de la tercera bruja.  Cuando esta le vio entrar, dijo:

-Fff...fff...  Hasta ahora no se habían oído ni visto huesos rusos, pero hoy se meten en mi propia casa.  ¿Hacia dónde te diriges, príncipe?

-Antes de hacerme preguntas, podías darme de comer y de beber.

La bruja le dio de comer y de beber, y entonces explicó el príncipe:

-Voy en busca del agua de la vida y de las dulces manzanas de la juventud.

-Es una empresa difícil, príncipe.  No pienso que lo consigas.

Le dio su caballo, una maza y le advirtió:

-Cuando vayas llegando a la ciudad, pégale al caballo con esta maza para que salte por encima de la muralla.

El príncipe Iván así lo hizo, saltó por encima de la muralla de la ciudad, ató su caballo a un poste y se dirigió al palacio de Blanca de los Cisnes.  Los servidores no querían dejarle pasar, pero él seguía adelante diciendo:

-Traigo un mensaje para Blanca de los Cisnes.

Así llegó hasta los aposentos de Blanca de los Cisnes, que dormía profundamente, sobre sus colchones de plumas.  El agua de la vida estaba en un frasco a la cabecera de la cama.

El príncipe Iván se apoderó del agua, le dio un beso a la hermosa doncella y luego le gastó una broma poco decorosa.  Finalmente, cogió manzanas de la juventud y emprendió el regreso.

Su caballo saltó por encima de la muralla, rozándola un poco.  Inmediatamente, se pusieron a sonar muchas campanillas despertando a toda la ciudad.

Blanca de los Cisnes iba  venía toda enfadada, pegando a una criada, empujando a otra y gritaba:

-¡Arriba todo el mundo!  Alguien ha estado aquí, ha bebido de mi agua y no ha tapado el pozo...

Entre tanto, el príncipe había llegado galopando hasta la casa de la primera bruja, y allí cambió su caballo.  Pero Blanca de los Cisnes, que le perseguía, llegó a la misma casa donde había cambiado de caballo y le preguntó a aquella bruja:

-¿Adónde has ido?  Tu caballo está sudoroso.

-He ido al campo, a recoger el ganado.

El príncipe Iván cambió también de caballo en casa de la segunda bruja.  Tras él, llegó Blanca de los Cisnes y preguntó:

-¿Adónde has ido?  Tu caballo está sudoroso.

-He ido al cambo, a recoger el ganado, y por eso está sudoroso el caballo.

El príncipe llegó a casa de la última bruja y cambió de caballo.  También Blanca de los Cisnes, que continuaba persiguiéndole, llegó poco después y preguntó:

-¿Por qué está sudoroso tu caballo?

-Porque he ido al campo a recoger el ganado -contestó la bruja.

Blanca de los Cisnes se volvió desde allí.  El príncipe Iván continuó su camino y llegó a la casa donde estaban sus hermanos.  La moza que vivía allí, salió al porche a darle la bienvenida, y luego le invitó a dormir con ella.
-Podías empezar por darme de comer y de beber.

La moza le dio de comer y de beber, y volvió a insistir:
-Acuéstate conmigo.
-Acuéstate tú primero -dijo el príncipe.

La moza se acostó primero y él le dio un empujón, arrojándola a un lugar desconocido.  Entonces se dijo:
-Tengo que abrir esta trampilla por si están allí mis hermanos..

Abrió la trampilla y allí los encontró.
-Salid -les dijo-.  ¿Qué hacéis aquí hermanos?  ¿No os da vergüenza?

En seguida se prepararon para regresar juntos a casa de su padre.  Por el camino, los hermanos mayores hicieron  el propósito de matar al menor.  Adivinando sus intenciones, éste les dijo:
-No me matéis, y os lo daré todo.

Pero ellos no aceptaron, sino que lo asesinaron y dispersaron sus huesos por el campo.  El caballo del príncipe reunió todos los huesos en un sitio, los roció con el agua de la vida, y volvieron a soldarse los huesos y las articulaciones.  El príncipe revivió diciendo:
-Mucho he dormido, pero pronto he despertado.

Cuando al cabo del tiempo volvió a casa de su padre, este le dijo:
-¿por dónde has andado?  Ahora ponte a limpiar las letrinas.

Entre tanto, Blanca de los Cisnes, llegó a los prados acotados del zar y le hizo entregar una carta exigiéndole que pusiera entre sus manos al culpable.

El zar envió al mayor de sus hijos.  Al verlo, los hijos de Blanca de los Cisnes gritaron:
-¡Ahí viene nuestro padre!  ¿Con qué le damos la bienvenida?
-Ese no es vuestro padre -les advirtió la madre-, sino uno de vuestros tíos.  Podéis darle la bienvenida con lo que tenéis entre las manos.

Y como cada uno tenía una estaca, le dieron tal paliza que apenas pudo regresar a su casa.  Luego envió el zar al príncipe Egor.  Al verle venir, los chicos se alegraron mucho y gritaron:
-¡Ahí viene nuestro padre!
-No -advirtió la madre-  Ese es tío vuestro.
-¿Con qué le damos la bienvenida?
-Podéis darle la bienvenida con lo que tenéis entre las manos.

Le atizaron en las costillas tanto como a su hermano mayor.  Blanca de los Cisnes envió otro mensaje al zar exigiendo que le entregara al culpable.  Entonces el zar, envió al menor de sus hijos.  Allá fue el príncipe Iván.  Llevaba unas roas muy viejas.  Los niños gritaron:
-¡Ahí viene un pobre!
-No es un pobre -advirtió la madre-; ese, es vuestro padre.
-¿Con qué le damos la bienvenida?
-Con lo que Dios quiera enviarnos.

Cuando llegó el príncipe Iván, Blanca de los Cisnes le hizo vestir lujosas ropas, y después fueron juntos a ver al zar.  El príncipe Iván le contó a su padre cómo había rescatado él a sus hermanos de la trampa en que habían caído, y cómo ellos le mataron después.  Indignado, el padre les privó de todas sus prebendas y ordenó que fueran destinados a los más viles menesteres.

En cuanto al menor de los hijos, le llamó a vivir a su palacio y le nombró su sucesor.