SIGFRIDO EL VOLSUNGO #Leyenda #Nórdica #Vikingos #heroe
Imagen de Gioele Fazzeri en Pixabay
LAS DOS CAUTIVAS
Alf, el hijo del rey Hjalprek de Dinamarca, navegaba a lo largo de las costas con sus soldados, cuando un espectáculo insólito se presentó ante sus ojos; la orilla, durante un largo trecho, estaba cubierta de cadáveres de hombres y caballos.
Era evidente que habían sucumbido en una encarnizada batalla. Ni siquiera un hombre había quedado vivo para poder enterrar a los hombres y, salvo los cuervos que volaban aquí y allá, nada se movía. Pero, a lo lejos, divisó Alf a dos mujeres que se adentraban en un bosque.
La que iba vestida como una reina respondió por ambas. Dijo que el rey Segismundo de Jutlandia había muerto en aquel lugar a manos del rey Lyngir.
"¿Sabéis dónde se encuentra el tesoro real?", preguntó Alf.
"Si", respondió la mujer, y le mostró dónde estaba oculto. Eran las mayores riquezas que Alf y sus hombres habían tenido la suerte de contemplar hasta ahora. Copas y frascos de oro, anillos, brazaletes, pulseras, largos collares de oro. Los hombres lo cargaron todo en la nave de Alf, cargada ya con otros botines, pues era Alf el hombre más intrépido y aventurero del este mundo. Las dos mujeres lo siguieron y embarcando en esas naves vikingas tan peculiares, de alta proa, llegaron a Dinamarca.
HJORDIS Y LA VERDAD
Poco tiempo después del regreso de Alf, su madre, una mujer muy astuta y de mucha experiencia, le dijo:
"Hijo mío, ¿por qué lleva la mujer rubia tan pocas joyas y vestidos tan burdos? Me parece que esa a la que tú has horado poco es precisamente la más noble de las dos."
Y un día, mientras celebraban un banquete, preguntó Alf a la que vestía ricamente: "¿Cómo puedes saber que se acerca el alba si estás durmiendo y no puedes ver ni la luna ni las estrellas?".
Respondió ella:"Cuando era joven tenía la costumbre de beber un buen sorbo al amanecer, antes de llevar los ganados al pasto. Desde entonces, conservo la costumbre de despertarme siempre a la misma hora."
El rey sonrió y dijo: "Extraña ocupación para la hija de un rey."
Buscó entonces a Hjordis y le hizo la misma pregunta. "Mi padre -respondió ella- me regaló un anillo de oro de tal naturaleza que al amanecer me hacía sentir frío en el dedo. Y ésta es para mi la señal de que el día está a punto de suceder a la noche."
Dijo el rey entonces: "¡Caramba! Si que debíais tener oro en vuestro país para que hasta los siervos pudierais llevarlo. Tú eres hija de rey y me lo has tenido oculto durante todo este tiempo. Si tú me lo hubieses dicho, yo os hubiera tratado a las dos como princesas. Pero ahora aún te trataré mejor que eso, pues te haré mi esposa."
Ella le confesó entonces toda la verdad de lo sucedido.
"Soy la hija del rey Eylimi y era la esposa del rey Seguismundo, muerto en el campo de batalla donde nos encontraste. Cuando vi vuestras pintadas naves acercarse a la costa tuve miedo y cambié mis ropas con las de mi doncella para que, pudiendo así distraer vuestra atención, me diera a mi tiempo para escapar. Por otra parte, ya que tú quieres desposarme, he de decirte que mi difunto esposo Segismundo, padre del hijo que esta por nacer, está todavía presente en mi corazón."
Alf le respondió con toda cortesía: "Esperaré a que des a luz a tu hijo."
Hjordis se quedó, pues, en palacio. Fue tratada con todos los honores y todos la apreciaban como a la más noble de las mujeres y como a una verdadera reina.
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