Os presento mi blog, en el que os muestro las leyendas que he recogido de los distintos lugares de España, del Mundo y sus culturas en general. Espero que os guste y que cada lectura sea para disfrutar de una aventura. Un saludo a tod@s.
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LOS DECRETOS SAGRADOS #Leyenda #Mesopotamia #poderes #restitución
Inanna, diosa del amor, tomó la corona de la tierra y se la colocó en la cabeza. Luego se tumbó bajo un manzano y decidió ir a Eridu a visitar a "mi padre Enki, el dios que conoce el Me, las leyes sagradas del cielo y la Tierra"
Cuando Inanna entró en su santuario sagrado, Enki la recibió con pasteles, agua fresca para "refrescar su corazón" y cerveza, y ambos bebieron en la mesa del cielo.
Ebki e Inanna brindaron el uno por el otro y Enki, que había bebido demasiado, le ofreció a su hija el Me. Catorce veces alzó su copa y le ofreció a Inanna casi cien de sus poderes, incluidos el del gran sacerdocio, el trono del reino, el arte de hacer el amor, el dominio del poder y la verdad, la capacidad de dirimir y la de descender a los infiernos y volver a ascender a la Tierra. Inanna contestó:
-¡Me los quedo!
Y llevó el Me a la Barca del Cielo, con la que se dirigió a su ciudad, Uruk.
ENKI SE ESPABILA
Cuando se disipan los efectos de la cerveza, Enki le pidió a su sirviente Isimud que le llevara el Me, pero Isimud le dijo que se lo había dado a Inanna. Enki envió a Isimud para recuperar los poderes, pero cuando ella se negó a devolvérselos, envió a seis terroríficos demonios tras ella. Inanna llamó a su sirviente Ninshubur para que la ayudara.
Ninshubur hizo un gesto con la mano y envió a los demonios de vuelta a Eridu. Con la ayuda de Ninshubur, Innana navegó en la Barca del Cielo hasta Uruk, donde sus habitantes se regocijaron cuando Inanna colocó el Me en su sepulcro sagrado.
https://pixabay.com/es/?utm_source=link-attribution&utm_medium=referral&utm_campaign=image&utm_content=2522447 En un monte vivía una mujer con su hijo. Su marido hacía tiempo que había muerto, pero el hijo era muy trabajador y vivían bien. Un día, estando el joven entregado a la pesca en el río, vio acercarse un puerco de agua. Al mismo tiempo se empezó a oír una voz de mujer que decía: "Corre, corre" Y el joven, muerto de miedo, salió corriendo y se metió en su casa. Sin embargo, al día siguiente, el joven volvió a pescar al río. Entonces, una india muy bonita, toda embijada (pintada), salió de pronto de la tierra y le dijo: -Venga a mi casa. El hombre se quedó sorprendido, pero en seguida le contestó: -Véngase más cerquita. Pero como la india no se movía, el joven adelantó unos pasos e hizo ademán de abrazarla. Entonces la bella aparecida le dijo: -Si te bañas con flores del monte, me llegaré a tu casa est...
Imagen de gene1970 en Pixabay Había un hombre llamado Carroll O'Daly, que no se asustaba de nada. Un día que se dirigía a Kilmallok, al pasar junto al Knockfierna, se encontró con un caballero montado en un potro blanco, que seguía su mismo camino. Los dos viajeros caminaron algún rato sin hablarse apenas. Hasta que O'Daly, sintiendo curiosidad por saber al lugar que se dirigía aquel hombre, le preguntó adónde iba a hora tan tardía. Su asombro aumentó al oír que el caminante pensaba subir al monte Knockfierna sólo para reunirse con las hadas, pues no podía concebir que se hiciera tal cosa por unos seres tan insignificantes. Así que cuando se separaron y el hombre del potro blanco emprendió la subida, se quedó dándole vueltas a lo que éste le había dicho. El pensaba que existía algún oculto motivo que no le quiso descubrir. La silueta del potro y el jinete se recortaba de cuando en cuando sobre la Luna, y guiánd...
Levante es la tierra del algarrobo; crece hasta en lo más alto de sus sierras, siempre que están de cara al mar. Todos los años da su fruto, más o menos abundante, pero siempre seguro. Este árbol singular tiene su leyenda. Había una vez un labrador valenciano al que todo le salía mal. Llegó a perder la considerable hacienda que le dejaron sus padres, y un día, desesperado, a punto de perderlo todo, exclamó: "¡Me daría al diablo!". Al momento apareció ante él un extraño caballero. Iba vestido con gran cuidado y un ligero olor a azufre emanaba de su persona. "Aquí me tienes -exclamó- ¿Qué pides? El campesino pidió oro, mucho oro; quería volver a ser rico, mucho más rico de lo que nunca había sido. El diablo se mostró dispuesto a satisfacer su deseo si, transcurrido cierto tiempo, le entregaba su alma, y le ofreció una bolsa de la que podría sacar cuanto dinero se le antojase. El labrador aceptó el trato y p...
Desde que la memoria recuerda, se ha querido explicar el origen de las pepitas de oro que arrastran los ríos Sil y Cua con la creencia de algún tesoro escondido en el subsuelo, que va siendo erosionado por las aguas. El hecho es, que fueron halladas cantidades respetables de oro junto al Castro de Altamira, y la leyenda acerca de este tesoro se localizó en ese punto de Asturias. Sobran motivos para esto, porque se sabe con certeza que en una ocasión fueron halladas en este mismo lugar varias monedas de oro y luego unas barras de este metal dentro de un pellejo de ternero junto con noventa monedas. Hace pocos años se ha encontrado un juego de bolos, también de oro, con una inscripción dedicada al rey y al señor de Altamira. No tiene pues, nada de extraño que con hechos tan exacta se haya formado esta leyenda del tesoro del Castro de Altamira, sedimentada por la tradición oral de muchos siglos. Se cuenta que un personaje popular de aquellos lugares...
Imagen de Fred Wanderley Fred en Pixabay Gualpa era hijo del gran "curaca" Alcaxuca, el noble terrateniente de Yanqui, al que toda la nación Chumbibilca estimaba por su bondad y rectitud. Llegó el día en que la tierra de Cuzco se sintió azotada por la guerra. Los "viracochas", los blancos llegados del otro lado del océano, penetraron en la tierra sagrada de los Incas, y todo se abatió a su paso. El gran Alcaxuca combatió contra el invasor y fue vencido. Su cuerpo vigoroso fue atado a dos caballos, que partieron al galope, destrozaron sus miembros y los perros devoraron los infelices restos. A partir de este momento, Gualpa y su buena madre no conocieron sino los sinsabores y amarguras de una vida de peregrinación. Harto de sufrir, Gualpa abandonó un día el rancho y dejó en él a su triste madre. Caminó hacia el destierro. Poco a poco se hundió en una existencia inerte y vacía. Durante algún tiempo se dedicó al duro...
En la época de las Comunidades, Toledo fue una de las ciudades en que los rebeldes habían tenido más éxitos en su labor proselístista ( es el celo por ganar adeptos a una causa.) . De allí era uno de los caudillos comuneros, Juan de Padilla, que tan tristemente iba a expiar después su fracaso, en unión de Bravo y Maldonado. En la Semana Santa del año 1521 los ánimos de los partidarios de las Comunidades en la ciudad del Tajo recibieron una gran alegría con la llegada del obispo de Zamora, don Antonio de Acuña, que venía a ponerse a disposición de la Junta. Entre los conjurados se extendió pronto el deseo de que don Antonio ocupase la silla arzobispal, vacante. El obispo de Zamora se negó a las insinuaciones de los que con él compartían su empresa política. Los comuneros, sin tener en cuenta la negativa, insistieron en estos deseos y tramaron realizar por la fuerza lo que no podían conseguir por otros medios. El Miércoles Santo, cuando en la ...
Juanito era un muchacho muy pícaro que a todos les hacía trampas, y por eso la gente le decía Juanito Malastrampas. A todos les debía, a uno tres mil reales, a otro cuatro mil, a otro cinco mil... Le apremiaban tanto las personas a quienes debía dinero que un día pensó hacerse el muerto para no pagar y que no le llevaran al presidio. Pues se hizo el muerto. Le llevaron al campo santo y le metieron primero en la iglesia. Allí dejaron el cuerpo una noche, y a las doce de la noche entraron unos ladrones a robar. Robaron todo lo que pudieron. Había un sastre a quien Juanito Malastrampas debía un real. Este sastre, cuando supo que Juanito se había muerto, se fue a la iglesia y en el camino decía: -Tú no me has pagado el real y por eso te voy a quitar la mortaja. Pero al entrar en la iglesia, vio a los ladrones y se metió debajo de los bancos. Cuando los ladrones creyeron que ha habían robado bastante para todos, se pusieron a repa...
Igual que Balder, Heimdall era el dios de la luz. La leyenda nos dice que nació en el horizonte, hijo de nueve hermanas gigantes y del gran dios Odín. Después de un desastre fue a la Mannheim y creó tres clases de personas: los esclavos (thrall), los campesinos libres (karl) y los nobles (jarl). Primero visitó una casucha junto al mar donde tomó alimentos bastos y durante tres noches durmió entre marido y esposa. Nueve meses después , la esposa dio a luz al horriblemente feo Thrall. Después Heimdall se hospedó en una granja. Los laboriosos dueños fueron hospitalarios con el dios que, durante sus tres noches de estancia, engendró a Karl, un niño tierno, de mejillas sonrosadas y ojos brillantes. Por último, Heimdall se alojó en un magnífico palacio donde servían comida y bebida suntuosas. Tres noches después el dios regresó al cielo y a su tiempo nació Jarl, un niño apuesto, hábil en el manejo de la lanza y la espada. Heimdall quedó tan satisfecho con las incursiones que Ja...
Apolo y las musas Jugando un día unos cuantos muchachos empezaron a reñir. Los chicos se fueron acalorando, la disputa tomando altos vuelos, y terminaron injuriándose lo más duramente que pudieron. Uno de ellos era Faetón, hijo de Apolo y de Climene, a quien echaban en cara sus compañeros que él no era hijo del Sol, sino que su madre ocultaba con ello su mal comportamiento. Faetón se sintió ofendido en lo más profundo de su alma al ver que de aquella manera injuriaban la honra de su madre, y llorando amargamente, a la vez que maldiciendo a quienes la habían ofendido, se fue corriendo al lado de ella y le contó lo sucedido. Climene, tan apenada como decidida, le dijo: -Hijo mío, vete a ver a tu padre y pídele que te deje, aunque sólo sea un día, conducir el carro del Sol. Así, al verte cruzar el espacio de parte a parte, no han de dudar que eres hijo suyo. Faetón se presentó, efectivamente, en la morada de Apolo, y éste, aunque hizo lo posible por d...
Imagen de Darkmoon_Art en Pixabay En una noche primaveral y silenciosa del siglo XIX, propicia para los idilios y los lances amorosos, paseaba aburrido y cansado, por la callejuela de san Justo, de Madrid, el apuesto y galante caballero don Antonio Chenique. Vestía con cierto orgullo, un tanto vanidoso, el uniforme de los guardias de Corps de Carlos IV; de su cinto pendía un decorativo espadín que al andar tropezaba airosa y distraidamente en el muro de la estrecha calleja. Don Antonio Chenique caminaba cansado porque nada había en aquel momento capaz de distraer su atención; aquella noche, igual que todas las anteriores, le esperaba una mujer, pero ya se había aburrido de ella y estaba dispuesto a abandonarla, como a tantas otras. Su cuerpo y su alma necesitaban ahora una nueva savia, fuerte y distinta; algo difícil y misterioso que atrajera su atención, hastiada ya de amores fáciles. Con paso lento atravesaba don Antonio Chenique la callejuela...
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