UNA CAMPANA LLENA DE ESPEJOS #Leyenda #Japon #tradición #arrepentimiento #donación #ambición
En aquél tiempo había una mujer que vivía en Mugenyama, la cual entregó su espejo para la fundición de la campana, pero después se acordó de que aquel espejo había sido de su madre y que era una cosa casi legendaria en su familia, y empezó a lamentarse de haberlo hecho. La pobrecilla iba todos los días al templo, y allí, entre un montón de espejos que continuamente aumentaba, siempre vislumbraba su espejo. Muchas veces trató de recogerlo inútilmente. La mujer era pobre y no podía entregar ninguna suma de dinero a los sacerdotes, para poder rescatar su espejo. Tanto se amargó la vida, que se volvió insoportable. Llegaba a pensar que el espíritu de su madre habitaba en el espejo, recordando el viejo dicho de su país: "el alma de una mujer está en su espejo".
Llegó el momento en que los espejos se amontonaron en tanta cantidad, que fueron enviados a la fundición. Por mucho que trataban de fundirlos dentro del molde de la campana, todo era inútil. Una y otra vez trataron de fundirlo, pero fue en balde; no había manera. Los sacerdotes pensaron que una de las mujeres que había donado su espejo lo había hecho de mala gana, y por tanto, la frialdad de la donación no permitía la fundición.
Al vivir en un pequeño pueblo, enseguida se enteró todo el mundo de lo que había sucedido. Pronto descubrieron de quién era el espejo.
La pobre mujer, no pudo aguantar la afrenta, se quitó la vida, dejando una nota que decía:
-"Cuando esté muerta, no será muy difícil forjar la campana. Más a aquél que llegue a romper la campana, haciéndola sonar, mi espíritu le recompensará con una gran fortuna."
Después que la campana había sido sumergida en el pantano, la gente seguía rompiendo cosas en memoria de la famosa campana. Y ocurrió una vez que Umagae estaba viajando con su marido, un famoso guerrero de la tribu de los Heike, llamado Kajiwara, y con dinero escaso. Umegae, se, acordó de la campana de Mugen, formó una campana de bronce y comenzó a tañerla hasta que se rompió. Uno de los huéspedes, que estaba en el cuarto de al lado, preguntó el porqué del ruido. Al explicarlo, le regaló a Umegae la cantidad de trescientos ryo.
De esta experiencia salió una canción que cantaban las bailarinas japonesas, que dice:
"Si por romper la campana de Umegae pudiese yo ganar suficiente dinero, negociaría la libertad de todas mis compañeras."
Después de este hecho, la campana de Mugen se revistió de más fama y mucha gente siguió el ejemplo de Umegae, por ver que si pasaba lo mismo.
Entre todos los que lo intentaron, había un campesino que se había gastado toda su fortuna en juegos y en mal vivir. Este sujeto hizo una campana de arcilla y la tocó hasta que se rompió, diciendo que era la campana de Mugen. No había hecho más que romperse, cuando del suelo surgió la forma de una mujer que llevaba en las manos un jarrón tapado. La mujer se dirigió a él diciéndole:
-He venido a contestar a tu ruego tan ferviente, toma esta jarrón, en justo pago por tus rezos.
Diciendo esto, desapareció de la misma manera que había aparecido. El hombre, dando grandes gritos de alegría, entró corriendo en el cuarto de su mujer con el jarrón en las manos, que pesaba mucho. Entre los dos lo destaparon muy cuidadosamente, encontrando que estaba lleno hasta arriba, de... Lo siento, no puedo contarlo...
"Si por romper la campana de Umegae pudiese yo ganar suficiente dinero, negociaría la libertad de todas mis compañeras."
Después de este hecho, la campana de Mugen se revistió de más fama y mucha gente siguió el ejemplo de Umegae, por ver que si pasaba lo mismo.
Entre todos los que lo intentaron, había un campesino que se había gastado toda su fortuna en juegos y en mal vivir. Este sujeto hizo una campana de arcilla y la tocó hasta que se rompió, diciendo que era la campana de Mugen. No había hecho más que romperse, cuando del suelo surgió la forma de una mujer que llevaba en las manos un jarrón tapado. La mujer se dirigió a él diciéndole:
Diciendo esto, desapareció de la misma manera que había aparecido. El hombre, dando grandes gritos de alegría, entró corriendo en el cuarto de su mujer con el jarrón en las manos, que pesaba mucho. Entre los dos lo destaparon muy cuidadosamente, encontrando que estaba lleno hasta arriba, de... Lo siento, no puedo contarlo...
Comentarios
Publicar un comentario