IZANAGI #Leyenda #Japón #caos #amor #odio #muerte #dioses #demonios

Imagen de Screamenteagle en Pixabay

Al principio sólo existía el caos. De esa masa hirviente y burbujeante salieron un junco, Kunitokotachi (gobernante eterno de la tierra), y dos deidades subordinadas. Los descendientes de estos dos poderes secundarios fueron Izanagi e Izanami.


Izanagi e Izanami fueron los enviados de los cielos. Se detuvieron en el Puente Flotante de los Cielos y agitaron las aguas con un arpón que los dioses les habían proporcionado. De la punta cayó una gota de agua que se convirtió en una isla, en la cual la pareja estableció su hogar y creó una columna sagrada.


La pareja caminó alrededor de la columna en direcciones opuestas hasta que se encontró. Izanami alabó la belleza de Izanagi y su unión se consumó. El primer hijo que tuvieron fue un monstruo y el segundo una isla. Desconcertados, consultaron a los dioses, que les explicaron que Izanami se había dirigido en primer lugar a Izanagi y que tendría que haber sido el dios el que tomara la iniciativa para el encuentro sexual (?)

Hicieron caso de los consejos de los dioses y tuvieron más hijos, que incluyen las islas de Japón y numerosas deidades benévolas. El último en nacer fue Kagutsuchi, dios del fuego, que quemó tanto a Izanami cuando lo alumbraba que la diosa murió, aunque de su vómito, orina y sus excrementos nacieron otros dioses.


Izanagi estaba tan furioso con el niño que provocó la muerte de Izanami que cogió la espada y lo decapitó. Gotas de sangre del bebé se deslizaron por el filo y cayeron al suelo. A partir de esas gotas se crearon ocho dioses y del cuerpo decapitado salieron ocho deidades de montaña.


Izanagi estaba inconsolable después de la muerte de su esposa. Viajó a la "tierra de la melancolía" (yomotsu-kuni) con la esperanza de recobrar a Izanami, ya que en la tierra no estaba concluido el trabajo de la creación.

Izanami lo recibió en la puerta de los infiernos y le pidió que esperase allí mientras organizaba su liberación de los poderes de la muerte. Le advirtió que no entrara ni la mirara de cerca. Izanami se había ido hacía mucho tiempo, por lo que Izanagi rompió la púa de un peine que tenía en los cabellos, lo encendió como antorcha y entró en la tienda de la melancolía. Al mirar a su alrededor quedó espantado. La oscuridad estaba plagada de gusanos retorcidos y serpenteantes y, peor aún, Izanami estaba en plena descomposición.

Horrorizado ante esa visión de putrefacción, Izanagi huyó perseguido por las brujas. "¡Me has humillado!", gritó Izanami y azuzó a las horribles mujeres de la muerte para que lo despedazaran. Una hueste de soldados demoníacos y dioses del trueno se sumaron a la persecución. Pero Izanagi llegó sano y salvo a la puerta.

Cuando los demonios se lanzaron contra él, Izanagi arrancó tres melocotones de un árbol y se los arrojó para repelerlos. Al final Izanami se asomó a la puerta. Accedió a divorciarse de su marido, se internó en la cueva y el camino de los infiernos quedó cerrado con un impresionante rodado.  Izanagi se sentía mancillado por el reciente encuentro con la muerte y acudió al mar para purificarse. Cuando se quitó la ropa y desechó sus posesiones personales, éstas se convirtieron en dioses y diosas. La suciedad que se quitó al meterse en el mar se convirtió en dioses malignos e Izanagi creó benignas divinidades marinas para contrarrestarlos.


Cuando Izanagi se lavaba la cara, de su ojo izquierdo nació Amaterasu (diosa del sol), de su ojo derecho Tsuki-yomi (dios de la luna) y de su nariz Susano-Wo (dios de la tormenta).

Cuando el budismo introdujo ideas relacionadas con recompensas y castigos después de la muerte, y las enseñanzas morales de Confuncio pusieron de relieve los deberes sociales en el aquí y ahora, los japoneses estuvieron en condiciones de distanciarse de los terrores de la "tierra de la melancolía".